Es evidente que los principios de la justicia social están vigentes hasta hoy día; sin embargo, hay que entender que, las condiciones para aplicarlos, por supuesto que han variado radicalmente y esto está relacionado con los desafíos que representan la revolución digital y el agotamiento del planeta
Universidad Interamericana
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Por: Luis Escobar Ramos / www.muraleducativo.com

En continuidad de este análisis, debo decirles que Supiot pone en perspectiva algo que él llama “El espejismo del orden espontáneo del mercado”, refiriéndose este más bien, a un espejismo de la justicia social de acuerdo con Friedrich Hayek; no obstante, para mayor explicación del fenómeno, toma como base los términos de la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Que se adoptó hace exactamente un siglo y que a manera de profesías con lo que nos sucede actualmente, menciona que demasiadas injusticias engendran necesariamente, “tal descontento que la paz y la armonía universales están en peligro”.

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De ahí el aumento vertiginoso de las desigualdades, el abandono de las clases populares a la precariedad y el desclasamiento, las migraciones de masas de poblaciones expulsadas por la miseria o la devastación del planeta provocan cóleras y violencias cambiantes, alimentándose el retorno del etnonacionalismo y la xenofobia en la mayoría de los países, sobre todo aquellos que se han convertido en baluartes del neoliberalismo.

Es evidente que los principios de la justicia social están vigentes hasta hoy día; sin embargo, hay que entender que, las condiciones para aplicarlos, por supuesto que han variado radicalmente y esto está relacionado con los desafíos que representan la revolución digital y el agotamiento del planeta, que demandan nuevas acciones y respuestas, pero que aquí es en donde se encuentra el punto fino del asunto; es decir, que los hombres debemos captar, entender y llevar a la práctica.

¿Pero, sabemos cuáles son esos desafíos? Por una parte, debemos llevar a espacios de discusión y análisis y estar conscientes que la revolución digital conlleva tanto riesgos como oportunidades; uno de esos riesgos es hundirnos en la deshumanización del trabajo y esto se dice porque actualmente y cada vez más, al control físico sobre el trabajador se anexa el control cerebral, bajo un modelo informático-computacional, a tal punto que, se empieza a concebir el trabajo del hombre como el lugar de ejecución de un programa.

Hoy día el mundo laboral en buena medida comienza a transcurrir a través de eslabones de redes de comunicación que durante las 24 horas se encargan de procesar cantidades cada vez mayores de datos, que son evaluados a través de indicadores de rendimiento desconectados de su experiencia concreta de la tarea por realizar.

Lo anterior es fuente de un aumento exorbitante de patologías mentales en el trabajo alrededor del mundo, sobre todo en los países en donde se han implementado las nuevas tecnologías.

El encontrarnos bajo una gobernanza por los números se traduce en un aumento de los fraudes y de las deficiencias. Supiot hace notar que a pesar de que en Francia ya existe una jurisprudencia que ha enmarcado todos los lineamientos de la subordinación salarial en la gestión por algoritmos, los trabajadores “uberizados” (como ejemplo) son fijamente mantenidos bajo la figura de “socios” dentro del mundo de la economía colaborativa o de plataformas.

Ahora bien, el panorama de riesgos planteado anteriormente, no nos debe llevar a perder la visión de oportunidades que abre la revolución informática; ya que la tendencia es ir tomando a su cargo gradualmente todas las tareas calculables o programables; por lo que, en un trazado que en lo personal considero fundamental de ahora en adelante, se reconoce que la informática nos obliga a repensar la articulación del trabajo de los hombres y de las máquinas.

Esto representaría ir hacia un terreno de domesticarlas, en vez de identificarnos con ellas, lo que permitiría concentrar el trabajo humano sobre lo incalculable e improgramable. De forma tal que, tengamos una libertad, una creatividad o una atención al otro, capacidad que ninguna máquina posee.

Otro planteamiento que llama mi atención en la visión de Supiot es que, menciona que en la empresa informatizada, el cerebro de obra ya no es monopolio de los dirigentes; se distribuye entre todos los trabajadores, demandándoles responsabilidad, iniciativa y colaboración directa en el lugar que les corresponda en la cadena de comando, por tanto, la eficacia de una empresa como esta, se constituye en la instauración de lo que Gilbert Simonson llama “un ensamble entre las capacidades inventivas y organizativas” de todos sus colaboradores. Lo que nos lleva a suponer que la función directiva ya no sea de poder, sino que transita hacia una de autoridad; dicho de otra forma, mientras el poder se expresa dando órdenes, la autoridad se exterioriza confiriendo legitimidad a la acción.

A diferencia de una relación de dominación, una de autoridad supone que quien la ejerce está, en persona, al servicio de la realización de una obra que trasciende su interés individual y con la que puedan identificarse todos los integrantes del proceso de trabajo.

En consecuencia, si se admite que la inteligencia humana no se limita a sus capacidades de cálculo, entonces la revolución informática es una oportunidad histórica para instaurar, más allá del trabajo asalariado, “un régimen de trabajo realmente humano”, es decir, lo inversamente proporcional a la profecía milenaria neoliberal del “fin del trabajo”.

La vía de libertad en el trabajo  y más allá de él, debe ser el camino para dar respuesta al desafío ecológico; debido a que la preservación o deterioro del ecosistema depende forzosamente de la organización del trabajo o de la elección de sus productos, lo que debiera traducirse en un derecho de alerta ecológica de los trabajadores, asalariados o no; lo que sería indicador del surgimiento de una necesaria democracia económica, que proporciona a todos y cada uno un derecho de revisión y de ejercicio de cierto control sobre los métodos y finalidades de su trabajo.

Cuando menciono que llama mi atención lo anterior, es porque, lo que Supiot viene destacando desde hace algunos años ya lo estamos viviendo hoy, tanto en el entorno de la revolución digital, en el que la disrupción de las Inteligencias Artificiales Generativas nos han colocado en esas circunstancias; y de igual forma,  en el entorno de crisis ecológica que vivimos.

La siguiente semana continuaremos abordando este tema, saludos cordiales.

Luis Escobar Ramos

Email: lescobarramos67@gmail.com

Twitter @LUISESCOBARRAM6

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