En relación con las perspectivas de impactos y pérdida de puestos de trabajo, éstas se han transformado, de ello dan cuenta tanto los datos exhibidos recientemente por el Fondo Monetario Internacional (FMI)
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Por: Luis Escobar Ramos / www.muraleducativo.com

Para finalizar con el análisis de la obra de Supiot, debo mencionar que, un aspecto que captó mi atención por su trascendencia en los momentos actuales es el relativo a los desafíos de la revolución digital y de la crisis ecológica, mismos que orientan a la búsqueda de un nuevo estatuto del trabajo que dé lugar a la obra realizada y no sólo al valor de cambio.

Menciono lo anterior porque precisamente hace unos días en el ámbito del “Foro Económico Mundial de Davos, Suiza”, evento que se desarrolla año con año en el mes de enero con la participación de más de 80 representantes de Estado y cientos de actores de la iniciativa privada, sobre todo de grandes empresas transnacionales, prácticamente se “comieron” dicho evento los temas de las Inteligencias Artificiales y la crisis ecológica, llegando en el terreno de las conclusiones a decir que ameritan en el caso del primero un proceso de ubicación de potencialidades (ventajas) y de riesgos (desventajas), lo que hace fundamental el establecimiento de una regulación que brinde certeza a la humanidad y en el caso de la crisis ecológica, será indispensable dar una directriz que contemple la viabilidad del planeta, por encima de lo utilitario.

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Por otro lado, es de destacar que, la transferencia a nuevas máquinas de todas las tareas correspondientes a lo calculable y lo programable sitúa el futuro del trabajo en la vertiente del “trabajo creativo”, entendido éste como aquellos puestos específicos que requieren habilidades especializadas y creatividad combinadas con conocimientos técnicos; de igual forma, debo señalar que, el camino hacia el futuro no es poner el trabajo de los hombres al servicio de las máquinas supuestamente inteligentes, sino estimular y coordinar sus capacidades inventivas y organizativas, dicho de otra forma, es otorgarles una libertad en el trabajo.

Supiot destaca y un servidor comparte que, cualquiera que sea la posición jerárquica de un trabajador o trabajadores en una empresa, deben tener voz sobre lo que hacen, de tal forma que las nuevas herramientas pueden y deben conducir a liberar las capacidades de inteligencia de quienes las utilizan.

Así también, debo mencionar que una de las novedades del Estado social inventado en los países democráticos durante el siglo XX es haber tomado nota de ello.

De forma tal que, la justicia de la cual aquel es garante reposa sobre principios declarados intangibles, pero cuya aplicación está abierta al cuestionamiento. La libertad sindical, el derecho de huelga y la negociación colectiva son otros tantos mecanismos que permiten convertir relaciones de fuerza en relaciones de derecho, en una búsqueda a tientas y nunca acabada de la justicia.

En otra vertiente y ligado a la aplicación de la justicia, Supiot hace una fuerte crítica a la Agenda 2030, mencionando que en 2015 todas las naciones del mundo convinieron y se asignaron ésta, que les fija 17 objetivos de desarrollo sustentable escondidos en 169 metas, cuya obtención será medida por medio de 244 indicadores de desempeño y recalca que, esta agenda no contempla el mundo como un concierto de naciones que deben concordar sobre las reglas procedentes de una visión común de la justicia, sino como una vasta empresa gobernable por los números y apunta, no busquen la justicia social en esa agenda: no está reflejada allí.

Con ella, desaparece en toda su extensión el horizonte político, reemplazado por un enfoque puramente gerencial de la conducción de los asuntos humanos; situación que en lo personal coincido en muy buena medida; ya que dicha agenda se ha convertido más en un discurso político que en una realidad y se puede demostrar con sus nulos o escasos resultados, que están a la vista.

Los teóricos del neoliberalismo y de las propias inteligencias artificiales nos han llevado a una idea de adaptar a los seres humanos

Los teóricos del neoliberalismo y de las propias inteligencias artificiales nos han llevado a una idea de adaptar a los seres humanos a un orden inmanente que los supera. Por lo tanto, en todas las escalas de la organización del trabajo, como son: las de las relaciones individuales, las empresas, los países o el mundo, un nuevo modelo científico llegó para suplantar al Taylorismo y este es el modelo de la gobernanza por los números.

Este se aplica tanto a la organización de relaciones individuales de trabajo como al funcionamiento de la maquinaria administrativa. Todas están regidas por baterías de objetivos e indicadores de desempeño, conforme al imaginario cibernético que apunta ya no a dirigir a los seres humanos, sino a programarlos. De modo que, al igual que los programas informáticos, obedezcan espontáneamente a las expectativas del sistema; lo que conduce a formas inéditas de deshumanización, a la negación de la realidad, escalada de trastornos psíquicos y de malestar en el trabajo. Ejemplo emblemático de la gobernanza del trabajo por los números es la situación de los trabajadores de las plataformas o Uberizados.

Es precisamente en esta llamada “Economía Colaborativa” en la que me centraré para concluir este tema, para lo cual debo decir que éstas imponen una serie de tenencias serviles. Pretendiendo beneficiarse de la actividad de los trabajadores que ellas manejan, controlan y si el caso no es propicio “desconectan” sin asumir responsabilidad patronal y sobre todo, sin aportar al financiamiento de la seguridad social; existiendo una disociación entre los lugares de ejercicio del poder y los lugares de imputación de la responsabilidad, que es un factor característico de la economía neoliberal.

Es evidente que, el trabajo bajo el régimen de plataformas muestra como la gobernanza por los números hace resurgir lazos de vasallaje y conduce a la instauración de verdaderas cadenas de irresponsabilidad con alcance global.

No obstante, los mecanismos de ajuste mutuo basados sobre cálculos de utilidad no pueden extirpar de las sociedades humanas todos los sentimientos de solidaridad; desmantelar las solidaridades construidas sobre la base democrática de la igual dignidad de los seres humanos no puede conducir más que a un retorno de solidaridades fundadas en sentimientos de pertenencia comunitaria.

Finalmente, cerraré el artículo con lo siguiente, ya que lo considero valiosísimo, por el momento que estamos viviendo hoy día: los progresos de la robótica y de las inteligencias artificiales dejan entrever como posible que las máquinas tomen a cargo todo cuanto tiene que ver con lo calculable; sin embargo, para nosotros eso no significa nunca el “fin del trabajo” sino que en cambio representa la posibilidad de concentrarnos en las tareas que requieren esas cualidades propiamente humanas que son la atención al prójimo, la experiencia, la imaginación o la creatividad.

Es lógico que para valernos de esa posibilidad, no debe concebirse el trabajo de los hombres sobre la base del modelo de aquel de sus máquinas, como se tiende a hacer siempre; por el contrario, es conveniente poner al servicio de las tareas propias de las personas las nuevas máquinas que se prestan a ello maravillosamente. Esto debería derivar en una revisión radical de la organización del trabajo, tanto en el ámbito público como privado.

Luis Escobar Ramos

Email: lescobarramos67@gmail.com

Twitter @LUISESCOBARRAM6

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